lunes, 25 de agosto de 2014

ANTOLOGÍA 2013: PURPURINA

Como venimos haciendo en días anteriores, seguimos publicando vivencias de la Antología 2013.

 PURPURINA

Los aplausos aún resonaban en el local y Rosa Peineta podía
sentirlos en su corazón. Ramos de flores de sus admiradores
decoraban su camerino, la pared estaba empapelada con pósters
de sus artistas favoritos y las grandes bombillas del espejo
alumbraban la estancia con una cálida luz amarilla.
Mientras se quitaba las pestañas postizas miraba de reojo
el tablón de la inspiración. Aquel viejo tablón de corcho,
que le acompañaba siempre, era su punto de apoyo.
A lo largo de los años colgó fotos de sus hijos, frases alentadoras
y recortes de paisajes que le infundían tranquilidad.
Dejó caer la peluca rubia al suelo y se acarició la cabeza
desde la frente hasta la nuca. Resopló. Se desató el corsé
para poder respirar mejor y se secó el sudor del cuerpo.
El nombre artístico Rosa era por su madre,
con la cual no hablaba desde hacía años.
“Nunca serás nada”, le decía esta.

Cuando volvió a mirarse al espejo ya era Roberto otra vez.

“Cásima”
(VII Antología pág. 289)

No hay comentarios:

Publicar un comentario