BESOS ADOLESCENTES
Los cálculos de la vida a veces no resultan como
esperamos. De niño me imaginé el capataz de la fábrica en la que mi padre
trabajaba como simple peón, y ahora, con una ingeniería en el bolsillo, mataría
por ser el barrendero que despejaba el suelo sucio a sus pies.
Tengo treinta y tres años, una edad perfecta para casi
todo: estar soltero disfrutando, estar casado con hijos, viajar por el mundo o
cumplir cualquier deseo que se haya soñado de niño. Pero yo, eso, aún no lo he
vivido.
Vivo en el limbo con mis padres y mi novia con los suyos,
los dos lo recorremos cada día paseando con pipas, hablando de nuestra familia
que nos aguanta y nos ayuda.
Solo hay dos cosas buenas de esto, una, los nuevos
valores humanos que damos a las cosas antes tontas, y otra, que después de
quince años, Ana y yo seguimos disfrutando de besos reservados a adolescentes.
Bárbara
Sáez Vidal
(VII Antología pág. 29)
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